Discurso de graduación del estudiante meritorio, Aridio Delgado Aybar, egresado del UM y Magister en Biología Orientada a la Enseñanza y la Investigación

por Rafael Paulino
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Aridio Delgado Aybar es egresado del ISFODOSU, Recinto Urania Montás, UM, de la carrera de Educación Primaria, Segundo Ciclo, mención Matemáticas y Ciencias de la Naturaleza, año 2018.

Tuvo a su cargo el discurso de honor en nombre de los graduados de la Maestría en Biología Orientada a la Enseñanza y la Investigación, del pasado 3 de junio, con titulación conjunta del ISFODOSU y la Universidad ISA.

Discurso pronunciado por Aridio Delgado Aybar

Mi distinción especial para ustedes compañeros graduados, la razón de ser este magno evento.
Es para mí un honor y un privilegio, expresar estas palabras en nombre de mis colegas biólogos e investigadores.
Sé que en estos momentos nos invade la euforia y el deseo de celebrar esta cima alcanzada; pero, en palabras de John F. Kennedy: “Debemos encontrar tiempo para detenernos y agradecer a las personas que hacen la diferencia en nuestras vidas”, por lo que creo que es el momento preciso para hacer una pausa y agradecer a todos aquellos que nos han catapultado a estos instantes de felicidad.

Agradecemos a Dios por darnos la sabiduría y cuidarnos durante este proceso.

A nuestra alta casa de estudio el ISFODOSU y a la Universidad ISA, por darnos la oportunidad de ser los pioneros de este programa de maestría, en el que más de un siglo de experiencias pedagógicas se han combinado con casi 6 décadas de investigación agropecuaria y biotecnológica, dando como resultado un programa de formación en el que se integró de forma binomial, la enseñanza y la investigación; hibridación formativa cuyos primeros frutos se cosechan hoy en este salón.

Agradecemos a los maestros, que como alfareros nos han moldeado, propiciando en nosotros la construcción de conocimientos pedagógicos y científicos en todas sus dimensiones. Les agradecemos porque han forjado en nosotros experiencias y habilidades para la vida, porque hicieron de la naturaleza un laboratorio a cielo abierto, donde entre risas, y mezclas de acentos, siempre descubrimos algo nuevo.

A nuestros familiares y amigos, por su sacrificio, empatía, tolerancia y palabras de aliento que nos impulsaron a continuar.

A ustedes colegas y compañeros, que juntos hemos compartido esta aventura de conocimientos, en cuyos altibajos nos hemos constituido como una familia. Estoy seguro de que sin importar los destinos a los que nos lleven nuestras decisiones, seguiremos unidos, apoyándonos y compartiendo experiencias.

Agradecemos desde el corazón el apoyo de todos los que han hecho realidad este emotivo acto académico. Si en palabras de Henry Ward “La gratitud es la flor más bella que brota del alma”, ustedes son el más hermoso jardín.

Tal vez ha sido largo el viaje, pero sin dudas fue el mejor sendero recorrido. Iniciamos esta travesía bajo las tenebrosas escenas globales de la pandemia del COVID-19, tiempos en los que la incertidumbre y la desesperación se apoderaban aún de los más fuertes; pero, la virtualidad, y la covidianidad nos impulsaron a ser resilientes, y aunque fueron momentos difíciles, siempre fueron más grandes nuestros sueños que nuestros miedos.

Durante todo este trayecto hemos vivido experiencias memorables, y recordarlas nos hace volver a vivirlas. Por ejemplo, cuando bajo la lluvia recorrimos el estrecho sendero del pico Diego de Ocampo trazando parcelas y haciendo colectas. Cuando visitamos el Santuario de Mamíferos Marinos, los manglares de Cayo Arena, el avistamiento de las ballenas jorobadas, la siembra de corales en Sosúa, las exploraciones en las reservas científicas Ébano Verde y Las Neblinas, en monumentos naturales de Loma Quita Espuela e Isabel de Torres.

Cómo olvidar nuestras visitas a Parques Nacionales en los que se refugia gran parte de nuestra biodiversidad y se conserva nuestro patrimonio natural. Recordamos Los Haitises, la Sierra de Bahoruco y sus noches de calcalí, sus días de atún, sobre todo, la búsqueda interminable de nuestras especies endémicas: el solenodonte y la jutía, ¡ay la jutía!

¿Quién puede olvidar una puesta de sol en Bahía de las Águilas mientras rescata nidos de tinglares que se abren paso cuesta arriba en la arena, con la noble esperanza de sobrevivir en el inmenso mar?

Fue mucho lo vivido, y exponencial lo aprendido. Aprendizajes y experiencias que hemos puesto en ejecución desde ya, cuando los desafíos del calentamiento global, la crisis ambiental del país, agravada por la desforestación, los incendios forestales y la contaminación, ponen en tela de juicio nuestro patrimonio bio-ecológico de especies endémicas y nativas, requiriendo de acciones conjuntas e inmediatas de todos los profesionales, especialmente los de ciencias y educación.

Decía el referente de la Cultura Española, Gran Castelao, que “El verdadero heroísmo está en transformar los deseos en realidades y las ideas en hechos”. Hemos hecho realidad nuestro deseo, y con ello iniciamos nuestro deber como ciudadanos, biólogos, docentes e investigadores. Tenemos un compromiso con la nación, con la sociedad y con el planeta. En nuestros hombros descansa desde hoy la responsabilidad de velar por el cuidado de toda forma vida, el estudio ético y responsable de la mismas, y la preservación de los recursos naturales.

En nuestro deber como docentes está la responsabilidad de revolucionar las prácticas pedagógicas en la enseñanza de las ciencias, haciendo ciencias con lo que tenemos a mano, integrar las herramientas digitales, emplear estrategias novedosas, buscar nuevos medios si esperamos resultados diferentes. Es el momento de aunar esfuerzos y reafirmar nuestro compromiso docente, solo así podremos revertir las cifras negativas y las posiciones desfavorables en materia educativa, que actualmente ocupamos como país.

Hoy que empezamos nuestra trayectoria como estudiantes graduados, en palabras del filántropo estadounidense Robert Day: “No seremos juzgados por nuestra habilidad en los trabajos de laboratorio, ni por el conocimiento innato de temas científicos, ni, desde luego, por el ingenio o encanto personal; se nos juzgará y se nos conocerá por nuestras publicaciones” y en adición a ello, por las huellas dejadas en nuestros estudiantes y en el impacto positivo en los lectores de nuestras investigaciones.

Hagamos de la investigación el pasatiempo favorito y del aula nuestro campo de juego, plantemos la semilla de la curiosidad en aquellos pequeñines, contagiémoslos con nuestro ejemplo y deseo ferviente de descubrir y proteger la biosfera. No será en vano nuestro trabajo si en el afán de cambiar al mundo, de cambiar el sistema educativo, cambiamos al menos, la escuelita en que nos ha tocado trabajar.

Celebremos este paso en la vida, pero sin detenernos ni un instante, para que, al pasar los años, y años que pasan muy rápido, no nos sintamos más defraudados por las cosas que decidimos no hacer que por las que verdaderamente hicimos.

Demos lo mejor de nosotros, seamos arriesgados y humildes, atrevámonos a seguir soñando, si llegamos a tener algo de éxito, no nos jactemos, recordemos que el éxito es una asíntota, y si en el proceso cometemos errores, tres pasos: aceptarlos, superarlos y no volver a cometerlos. Aprendamos de nuestros errores, pero sobre todo aprendamos de los errores de los demás, porque no vamos a vivir lo suficiente como para cometerlos todos.

Termino estas palabras invitándoles a disfrutar este logro, perseguir sus sueños, a ser fuertes y valientes, pues a ellos les ha sido reservado el mejor porvenir. Creen su propia suerte, pues la misma es el dividendo del sudor, cuanto más sudas más suerte tienes.

“Recuerden que, si la Universidad ISA ha sido el terreno, sabemos que ISFODOSU es la siembra, y sin lugar a duda, somos su mejor cosecha”.

¡Enhorabuena, muchísimas felicidades colegas!

¡Muchas gracias!

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