Modesto de la Cruz, del trabajo doméstico a la cocina gourmet

por Rafael Paulino
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“En el Recinto se cocina para los estudiantes y, yo estoy aquí por ellos”.

Un hombre que no conoce el cansancio para complacer a sus compañeros, disfruta de la cocina e inventa cualquier plato para sorprender el paladar de sus comensales.

Espléndido con todos y apoyador de sus consentidos: los estudiantes. Modesto de la Cruz de los Santos lleva casi nueve años siendo el chef del recinto de ISFODOSU en San Juan de la Maguana, Urania Montás, UM, y tiene “agarrada la sarten por el mango”.

Nacido en un hospital de Yamasá, pero oriundo de Peralvillo, otro municipio de la Provincia de Monte Plata, es el octavo de diez hermanos fruto de la unión de Pedro de la Cruz y de doña Juana de los Santos y, cuenta con otros cuatro hermanos del segundo matrimonio de su padre.

Desde pequeño, su madre lo enseñó a que el trabajo de la casa era una responsabilidad de todos, es por ello que, mientras sus progenitores, sus hermanos y hermanas mayores trabajaban fuera del hogar, él era responsable de los quehaceres domésticos y de atender a los dos más pequeños del hogar.

“Por la situación económica, mi madre trabajaba, yo fregaba, limpiaba y cocinaba. Era trabajador doméstico de mi casa y ayudante de papá en el campo. Mi madre me enseñó a hacer las cosas de la casa, entendía que los hombres también teníamos que saber hacer de todo”, cuenta con naturalidad el chef del Urania.

Siendo un niño, pierde a sus padres, pero su tía Úrsula Belén y su esposo Paulino Heredia terminan de darle una crianza basada en valores y principios, y para él, ellos son los responsables de sus logros.

“Ellos son mis padres también, cuando murieron mis padres yo quedé un muchacho y ellos me enseñaron el amor a los estudios y me criaron con valores y principios.  Ellos se esforzaron mucho por mí, incluso la mayoría de mis logros y éxitos se los debo a ellos”, enfatiza Modesto.

Con solo 14 años viaja a la capital para trabajar con un tío en obras de construcción, pero ese no era su sueño, para superarse tenía que estudiar y, aunque dejó la carrera para trabajar como lavaplatos en la cocina del Hotel Napolitano en Santo Domingo, la retomó para lograr su deseo de convertirse en un chef profesional.

“Vi que el trabajo era muy pesado y ganaba poco dinero, entonces le dije: bueno tío, si así es que yo voy a mantener a mi novia, ta’ fea ella, yo tengo que hacer algo, y le dije que quería estudiar y, me fui al Instituto de Formación Técnico Profesional, INFOTEP a estudiar Arte Culinario”, así lo recordó de la Cruz.

Se traslada a San Juan de la Maguana en el año 2010 para trabajar en el Hotel Maguana, allí conoció a su hoy esposa y madre de sus cuatro hijos, la licenciada Yaniris Zabala, quien, para ese entonces, era estudiante de Educación Inicial en el recinto Urania Montás.

Más modesto que el nombre que lleva, para el chef del recinto UM, lo importante de su trabajo y lo que más le satisface es que las personas disfruten de lo que cocina y que le pidan más.

“Toda la satisfacción de un chef es cuando las personas disfrutan sus platos. No hay mayor gozo y alegría que cuando alguien se come lo que cocinas y no deja nada en el plato, ese debe ser el logro más importante que debe tener un chef”. Expresó Modesto.

Prefiere utilizar sazones naturales y, antes de las siete de la mañana, ya Modesto tiene puesto los calderos en el fogón, se preocupa por cocinar temprano para que todos coman a tiempo y puedan reposar. “En el Recinto se cocina por los estudiantes y, yo estoy aquí por ellos”, dice con entusiasmo.

Cuando piden a la carta, sus consentidos (los estudiantes) prefieren moro de guandules, ensalada rusa, lasaña y pollo horneado; los académicos y colaboradores de los recintos se inclinan por el cerdo al vapor encebollado, la comida mexicana y el chenchén con chivo, este último plato, el más codiciado por todos siempre, va acompañado de unas habichuelas guisadas.

En sus años como cocinero del Recinto, Modesto califica de “excelente” su experiencia y dice sentirse bien tratado y respetado por la comunidad académica del UM y de todo ISFODOSU.

“¡Gracias por dejarme ser parte de la gran familia ISFODOSU!”, concluye, con sincera emoción!

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